La historia de Jack Printon
Esta
es la historia de Jack Printon. Vivía en un pueblo de Galicia, en un lugar
muerto, amplio pero totalmente
deshabitado. Las nubes siempre tenían un color grisáceo, el clima era muy
húmedo y lluvioso; esto provocaba que el terreno estuviera siempre fangoso y
farragoso. Por lo general era muy descolorido, pero donde se encontraba la casa
de Jack había un bosque verde con mucha fauna y vegetación.
Jack
Printon era un hombre de 40 años, pero
aparentaba mucho más viejo; esto se debía a que era un poco abandonado. Siempre
vestía con un gorro muy antiguo, un jersey oscuro, una camiseta gris, un
chándal a menudo sucio y unos zapatos rotos por todas partes.
El
hombre medía alrededor de 1,70m y estaba
escuálido, pesaba unos 57Kg. Su pelo era castaño y los ojos gigantescos y
verdes. Tenía los labios agrietados por el frío, aunque apenas se podían
apreciar por culpa de su barba. Era pálido pero tenía las manos bastante
morenas.
Jack
destacaba por ser serio, solitario, trabajador y tranquilo.
Vivía
en una casa, si así se le podía llamar, ya que eran un par de piedras, unas por
encima de otras. Sus padres eran ingleses; se habían venido a vivir a Galicia,
pero al año y medio de instalarse fallecieron a causa de una grave enfermedad.
Jack tuvo que vivir solo desde los 13 años. Le costó mucho salir hacia delante
pero finalmente lo consiguió.
Jack
era pobre y vivía de una pequeña paga por minusvalía, ya que se movía muy
despacio y tenía un dolor tremendo cuando andaba; esto se debía a que tenía una
pierna exageradamente más corta que la otra. La verdad es que la paga solo le
daba para las cerillas y la leña, ya que no podía ir a buscar unos pequeños
palitos más de una vez a la semana a causa de su minusvalía. Apenas le quedaba
dinero para la comida, por eso estaba tan delgado. No podía prescindir de la
leña, porque de lo contrario su casa estaría congelada y se moriría de frío. Se
pasaba el día sentado en una silla al lado de la chimenea.
Jack
estaba triste, abatido, desconsolado, melancólico y no paraba de preguntarse
por qué la vida era tan dura e inhóspita.
Un
día, por primera vez en todo el año, salió al exterior. Salió de su lúgubre y
apagado cuarto. Era un día soleado y decidió salir a disfrutar del buen tiempo
puesto que era la primera vez en todo el año en la que salía el sol. El día
anterior había habido una gran nevada y quería ver la luz del sol. Tan pronto
abrió la puerta pudo observar delante de sus narices un pequeño lobezno
pachucho, parecía que se había perdido y tenía hambre y frío. Jack tardó dos
minutos en llegar junto al lobezno de nuevo, pero con un poco de leche. En
quince minutos consiguió encender la chimenea y darle una pequeña manta a aquel
pobre animalillo, al que refugió dentro de su casa. Aguantó así una semana,
pero no tenía dinero para comprar tanta leche, aunque tenía más claro aún que
no iba a dejar morir a ese lobezno, así que salió de su ruinosa casa y se
adentró a paso de tortuga y con el lobezno en su regazo en el bosque. Llevaba
dos días buscando a los padres de aquel cachorro, le daba igual lo que le
pasara a sí mismo después, solo pensaba en encontrar a los padres de aquel
precioso lobezno. Al cabo de cuatro días sin comer y a la intemperie, bajo la tempestad,
cuando ya se estaba quedando sin fuerzas, se encontró con una manada de lobos.
Un lobo gigantesco que tenía que ser el macho alfa, y por lo tanto el padre del
cachorro, se abalanzó sobre Jack y lo tumbó en el suelo. Parecía que lo iba a matar,
sin embargo, empezó a lamerle la cara. Jack no se podía creer lo que estaba
presenciando, parecía imposible, pero los lobos sabían que él había salvado al
cachorro. Jack se sintió raro, esa noche durmió en la madriguera de los lobos y
consiguieron mantener un gran vínculo de amistad. Jack se había curado
milagrosamente y lo único que deseaba era vivir con los lobos. Así lo hizo,
consiguió ser uno más de la manada, cazar, comer, correr y dormir con los lobos. Además, aquel
lobezno llamado Ázzuen y él fueron los mejores amigos de la manada, siempre se
cubrían cuando uno u otro hacía algo mal y se querían mucho.
Fue
en ese momento cuando Jack comprendió que la vida no era cruel y que los únicos
seres despreciables que existían éramos nosotros, los humanos.
fin
Autor: Alexandro Bouzó, 1º A
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